domingo, 11 de septiembre de 2011

Cuadragésimo sexta.

Ya desde por la mañana me ahogo. Es inutil pensar en maneras de escapar. Sé que hasta que no me líe la manta a la cabeza y deje que el diablo me lleve a lugares lejanos y diferentes no cambiará. Que estas paredes ya están contaminadas y o dan un giro muy grande las cosas o me alejaré, me alejaré y que me corten la lengua si quiero volver. Que lo que hecharé de menos no serán paredes. Serán personas. Que esté lugar está contaminado y que quien lo contamina se puede quedar aqui solo para siempre. Hay personas a las que no podrás volver a mirar a la cara. Y si lo haces, no podrás evitar pensar en aquello que se ha dicho. Aquello que se ha sentido y que no se olvida. No, no se olvida.
Pero tengo un salvavidas. Es rubia y tiene los ojos azules. Y sin ella me hundo.
Menos mal que ya es Septiembre. Por que no quiero volver a llenarme las venas de humo y palabras y soledad. No, ya no. Ahora necesito besos de tinta y agua templada. Arrugarme junto a su cuerpo y que le den por culo al mundo. 
Que yo me hundo en las mantas contigo.

Y el sol decrece y fallece entre los visillos del cuarto,
porque tiene celitos de mí, de cómo te quiero,
de cómo lo aparto,
si el sueño es correr por un otoño deshojao,
¿morir?, tal vez... mejor que vivir desolao,
y la vida sigue, yo escribo coplillas de amor
que le impidan al alma deciros que no, mientras salga...
...serrín del corazón.



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